por Claudio Macias | Abr 18, 2024 | Opinión
- Por Verónica Morales, directora ejecutiva de Fundación Lepe.
A diferencia del día mundial del agua, o el de los bosques, que se celebran hace un par de décadas, el Día Mundial de la Tierra, que conmemoramos cada 22 de abril, tiene su origen en 1970. El primer antecedente de este día se remonta al año 1968, cuando el Servicio de Salud Pública de Estados Unidos, junto al profesor Morton Hilbert, organizaron el Simposio de Ecología Humana, una conferencia medioambiental para que estudiantes de todo el país pudiesen escuchar a científicos y expertos en medio ambiente hablando sobre el deterioro de la biodiversidad en la salud humana.
Medio siglo después, la situación continúa y se acrecenta. Y aunque por largo tiempo la crisis climática y de biodiversidad se han intentado enfrentar separadamente, la realidad es que el planeta es un sistema interconectado complejo y tal como se manifestó en la COP 27, no hay ningún camino viable para limitar el calentamiento global a 1,5°C sin proteger y restaurar urgentemente la naturaleza. Sin embargo, masivamente aún las empresas, los gobiernos y muchas personas continúan trabajando sin este “mantra” de la interconexión global.
Un ejemplo local es lo que está sucediendo en el Valle del Aconcagua, donde aún cuando hay un espacio en la categoría de área protegida privada -que además es sitio RAMSAR- y que abastece de agua en gran medida a dicho territorio, no cuenta con la protección del subsuelo para evitar concesiones mineras que actualmente, bajo la crisis del Valle, amenazan la disponibilidad hídrica y la biodiversidad del Parque Andino Juncal.
Fuera de Chile, en Ciudad de México, una de las capitales más pobladas del mundo, se están quedando sin agua potable, pues la fuente hídrica que abastece parte de la zona del Valle de México, está en los niveles más bajos de la historia -debido a la crisis climática- y en vez de re-evaluar la forma en que se abastecen de los acuíferos, continúan sumando infraestructura y perforando nuevos pozos. Es año electoral para ellos y no hay tiempo de evaluar si efectivamente las soluciones antrópicas siguen siendo las más efectivas, o si quizá nos conviene volver a “jugar con las leyes de la naturaleza”.
En este mes en que celebramos a la madre tierra, el sueño es que trabajemos a favor de ella: «Si invertimos en la naturaleza(…) nos protegerá de las grandes tormentas, proporcionará un hábitat para las especies y también almacenará carbono” (Inger Andersen, directora ejecutiva del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente).
Esta invitación que para algunos es un sueño, para muchas comunidades es su propósito. Al menos desde Fundación Lepe podemos acreditarlo con las más de 300 organizaciones que el año pasado presentaron sus proyectos regenerativos a lo largo de todo Chile. Es posible tener espacios recreativos donde conozcamos y cuidemos la biodiversidad, como el Parque Urbano El Bosque en Valdivia. También es posible incrementar la productividad agrícola en Huasco mejorando la calidad de los suelos; revitalizar el consumo de nuestro patrimonio alimentario, a través de la comercialización del durazno betarraga en el Maule; o asegurar el abastecimiento del agua con la reutilización del recurso en Coquimbo y la generación de una red comunitaria en Chiloé. Las iniciativas locales son innumerables, nos falta conquistar la masividad.
Somos probablemente la última generación que puede acelerar el cambio antes de comprometer fuertemente la calidad de vida planetaria. Se necesita la ayuda y convicción de todos y todas. Sólo nos falta recordar y creer: Mientras más solidarios seamos con la naturaleza, más nos entregará.
por Claudio Macias | Feb 15, 2024 | Opinión
- Por Verónica Morales Ibáñez, directora ejecutiva de Fundación Lepe.
Desde el 2009, el Centro de Resiliencia de Estocolmo ha venido activando y compartiendo información a nivel global sobre la evolución de los límites planetarios a través de un marco conceptual ecosistémico, social e individual. Desde aquel año, contamos con evidencia que nos demuestra que ya en ese momento habíamos sobrepasado tres límites, cuatro al 2015, cinco al 2022, y al 2023 seis de los nueve límites que aseguran la estabilidad de la Tierra. Pero ahí no termina el problema. El último límite que se suma, es el límite del ciclo del agua.
Este marco de límites planetarios ha atraído considerable atención científica y social, que se debe traducir en estrategias y políticas de gobernanza en todos los niveles y que responda a dar respuestas y soluciones a preguntas tales como: ¿Por qué continúa la necesidad de seguir erosionando suelos bajo un manejo que no resulta sustentable en el tiempo y deja en riesgo sistemas de alimentación y calidad de ésta? ¿Por qué continuar gestionando una mayor escasez hídrica, si de agua vivimos?
Estos desafíos que se presentan nos exige la toma de conciencia en cuanto especie. El cuidado de la salud ecológica del planeta nos regala la oportunidad de ser las generaciones capaces de regenerar la vida. Eso implica manejar de forma eco-eficiente la diversidad de elementos naturales para mejorar el bienestar de una sociedad, mientras se produce un incremento en la capacidad de los ecosistemas para soportar el desarrollo futuro. Es así como la regeneración se enfoca en maximizar el impacto restaurador del ser humano en la naturaleza.
El llamado es claro, urge cambiar la mirada hacia un sistema integrado complejo, donde seamos capaces de analizar diversas variables por separado y juntas a la vez, comprender que estamos interconectados e interdependientes.
Necesitamos de paisajes funcionales, donde producimos y conservamos, maximizando la biodiversidad y la función ecosistémica para garantizar la provisión de los servicios básicos para sostener la vida en la Tierra.
Necesitamos regenerar el fortalecimiento social a través de la organización comunitaria. El empoderamiento permite a las comunidades locales reconocer y revertir sus patrones de comportamiento negativos y potenciar los positivos, co-creando soluciones para la regeneración de su biorregión.
Necesitamos nuevos paradigmas para el desarrollo económico, enfocado en una economía regenerativa que integre a todas las personas y genere beneficios económicos, sociales y ambientales. Se debe fomentar el desarrollo local, integrando producción y consumo local, cadenas de valor y oportunidades para todas las personas.
Necesitamos una regeneración cultural, donde el conocimiento, los valores y las tradiciones locales se comparten con la familia, los amigos y la comunidad en general, dando sentido a estos términos. Se recupera la autoestima y el orgullo de la comunidad, permitiendo acción colectiva y el verdadero logro de una relación armoniosa con todos.
Necesitamos repensar y rediseñar las estructuras políticas actuales para que reflejen una democracia plena, participativa e inclusiva, fomentando la visión a largo plazo y las acciones que buscan un mayor sustento y un futuro de abundancia.
Necesitamos fomentar la espiritualidad a través de la ética, la transparencia y una conciencia plena. Necesitamos entender que somos Naturaleza, viviendo en una hermosa diversidad y abundancia. Esta espiritualidad debe estar basada en el bienestar global para que la humanidad viva en paz consigo misma y con el planeta. Los principios de la “Carta de la Tierra” brindan un sólido fundamento. La espiritualidad no debe confundirse con la creencia religiosa. Necesitamos una transformación profunda de la humanidad, que comienza por una transformación interior de cada uno de nosotros.
Como seres interconectados e interdependientes, necesitamos priorizar la VIDA en el centro de nuestro pensar y actuar.
por Claudio Macias | Ene 9, 2024 | En los espacios públicos
- Son siete las iniciativas ganadoras, de diversas regiones del país, que recibirán hasta 30 millones de pesos, además de asesoría técnica y comunicacional.
Una nueva generación de proyectos comunitarios, colaborativos y socioambientales fueron los ganadores del programa Fondo Común Regenerativo de Fundación Lepe, que en su cuarta versión, a diferencia de las anteriores, tuvo un carácter regenerativo, y apoyará iniciativas de las regiones de Valparaíso, Metropolitana, Maule, Biobío, Los Ríos y Aysén, quienes recibirán hasta 30 millones de pesos, además de asesoría técnica y comunicacional.
Fondo Común Regenerativo 2023 recibió 327 postulaciones en agosto del año pasado, cuando se cerró la primera fase de convocatoria abierta a todo el país. Luego de tres etapas evaluación -que incluyó visitas en terreno a los 16 proyectos finalistas- la elección final estuvo a cargo de un jurado compuesto por miembros del directorio de Fundación Lepe y por un equipo técnico, donde participó Eduard Müller, presidente y rector de la Universidad para la Cooperación Internacional en Costa Rica y fundador de la Escuela Latinoamericana de Áreas Protegidas (ELAP); Nicole Vergara, co-fundadora de Fundación Mingako (ganadores del Fondo Común 2019), organización reconocida como uno de los cinco emprendimientos sociales con mayor impacto e innovación en América Latina; y María José Montero, directora en Ameris Capital AGF y directora titular de la Asociación Chilena de Administradoras de Fondos de Inversión (Acafi).
Los siete proyectos que serán apoyados por Fondo Común Regenerativo son:
- Conectando Agua: Regeneración Parque La Reserva, Región de Valparaíso. En el parque La Reserva de Peñablanca, ubicado en Villa Alemana, el grupo Restauración Ecológica Villa Alemana (REVA), trabaja desde hace algunos años en mantener la biodiversidad del Parque, controlando la erosión del suelo, ampliando y cuidando las especies nativas del lugar, transmitiendo, a través de educación ambiental, los conocimientos a la comunidad del cuidado del medio ambiente. Su proyecto trabajará en restaurar y fortalecer el ecosistema del parque mediante la aplicación de técnicas de captación e infiltración de aguas y la ejecución de iniciativas de fortalecimiento de las capacidades comunitarias medioambientales.
- Sendero Ecológico Humedal Mapocho Urbano de Talagante, Región Metropolitana. Durante el 2021, un grupo de jóvenes vecinos del sector de Talagante se propusieron crear el sendero ecológico humedal urbano Mapocho Talagante, un lugar en la rivera del río lleno de biodiversidad y que estaba siendo mal utilizado para dejar escombros y basura. Hoy buscan fortalecer lo creado y con Fondo Común Regenerativo esperan seguir reforestando el sector con especies nativas a través del método miyawaki, involucrando a la comunidad en el proceso y a diferentes grupos de interés facilitando prácticas de desarrollo integral y reconexión con la naturaleza.
- Ruta Turística Rural Ramal Talca-Constitución, Región del Maule. El ramal ferroviario de Talca a Constitución, el último en operación en Chile, se erige como un testimonio histórico de la conexión entre distintas localidades a lo largo del tiempo. En la actualidad, las diferentes comunidades que habitan en esta ruta, con la ayuda de la ONG SurMaule, trabajan por impulsar el turismo rural y las tradiciones del campo chileno. Con Fondo Común Regenerativo se potenciará el desarrollo del Turismo Rural Comunitario, buscando revivir la vitalidad de las comunidades a lo largo del territorio conectado por el Ramal Talca-Constitución. Con este proyecto, se aspira a impulsar el desarrollo sostenible, generando oportunidades económicas y promoviendo la preservación de la identidad local a través del turismo responsable y sustentable mediante la articulación de esfuerzos locales, la promoción del comercio justo y la consolidación del territorio como un atractivo destino turístico.
- Buena Cabra Prevención de Incendios – Región del Biobío. El proyecto «Buena Cabra» es una innovadora iniciativa en Chile para combatir incendios forestales de manera ecológica, a través de cortafuegos naturales gracias a la presencia estratégica de rebaños de cabras, quienes se encargan de consumir selectivamente la vegetación, reduciendo así el riesgo de propagación de incendios al eliminar el combustible vegetal. Este enfoque fue puesto a prueba con éxito durante los devastadores incendios que afectaron la comuna de Santa Juana en el verano de 2023, donde el 55% de su territorio resultó quemado. Con Fondo Común Regenerativo, el proyecto impulsado por Buena Cabra espera promover el uso de prácticas de pastoreo estratégico como una herramienta ecológica para la creación de cortafuegos y desarrollar capacidades en las comunidades campesinas, dotándolas de conocimientos y recursos para la prevención efectiva de incendios forestales, rurales u otras zonas vulnerables, fortaleciendo la resiliencia ante los desafíos medioambientales.
- Semilla Austral: preservando la biodiversidad de las semillas en Chile – Región de Los Ríos. Semilla Austral es una cooperativa comprometida con la preservación de la biodiversidad de las semillas en Chile. Conformada por 34 familias guardianas distribuidas a lo largo del país, su labor se centra en la revalorización, reproducción y circulación de semillas, así como en la preservación de los conocimientos campesinos-tradicionales. Todo esto se realiza bajo los principios de la agroecología y la permacultura. Este enfoque no solo resalta el compromiso de Semilla Austral con la preservación de semillas y saberes, sino que también pone un énfasis significativo en la importancia de la seguridad alimentaria. A través del Fondo Común Regenerativo, Semilla Austral busca fortalecer, tanto técnica como organizacionalmente, el nodo sur de la cooperativa, para reproducir y comercializar semillas tradicionales, garantizando su calidad agroecológica y orgánica.
- Cooperativa La Manzana – Región de Los Ríos. La Cooperativa La Manzana, ubicada en la Región de Los Ríos, es una organización que agrupa a personas que buscan consumir de manera saludable y consciente los recursos del planeta, la que combina la gestión empresarial con los principios de consumo responsable. Con Fondo Común Regenerativo, buscan fortalecer la producción de legumbres agroecológicas producidas por agricultoras, ubicadas en las regiones donde se ubica, dando respuesta a la demanda de legumbres de la cooperativa y entregando una solución productiva concreta a las productoras ante la falta de agua.
- El Río Con-voca – Región de Aysén. En Cochrane, al sur de la región de Aysén, un grupo de jóvenes busca fomentar una conexión respetuosa con la naturaleza, promoviendo prácticas sostenibles, a través del turismo responsable y la educación ambiental. Sus esfuerzos se centran en preservar la riqueza natural de la zona, a través de estrategias que no solo educan, sino que también involucran activamente a la comunidad en la toma de decisiones para garantizar un futuro sostenible. Con Fondo Común Regenerativo buscarán fortalecer el lazo comunitario en torno al río Cochrane para el beneficio del ecosistema. Este proyecto innovador se sustenta en acciones de educación ambiental, diseño participativo, turismo responsable y una sólida gobernanza, buscando crear un impacto positivo y duradero en la región.
Entre el 3 y el 4 de enero del 2024 se realizará una jornada de co-creación en la cual se reunirán parte de los equipos de los 7 proyectos seleccionados para celebrar, compartir experiencias y profundizar en herramientas de planificación y gestión de proyectos bajo un enfoque regenerativo.
por | Ago 16, 2023 | Opinión
Por Verónica Morales, directora ejecutiva de Fundación Lepe.
La reciente noticia compartida por la Organización Metereológica Mundial (OMM), acerca de que julio pasado fue el mes más caluroso en el planeta desde que se tiene registro, nos dejó a una gran mayoría preocupados, pero principalmente con un alto nivel de incertidumbre sobre cómo realmente seremos capaces de adaptarnos y comenzar a encontrar soluciones a este difícil escenario socio-ambiental. Contexto que se suma al reciente récord de 80.8°C alcanzado en el desierto de Sonora en México, según datos satelitales aportados por la NASA, mientras que en Grecia y China las temperaturas alcanzaron más de 45 grados.
Estas olas de calor, no sólo tienen duras consecuencias para la naturaleza, sino también para la calidad de vida de los seres humanos, enfrentando variadas dificultades: incendios, muertes, pérdida de ganado y diversos tipos de cultivos afectados, entre otras dificultades. Fenómenos que ya conocemos hace un tiempo, pero que un estudio de la red World Weather Attribution (WWA) viene a recordarnos que estos fenómenos se deben principalmente al cambio climático y a las actividades humanas, que han desencadenado este calentamiento global.
Ante esta creciente crisis, comunidades, organizaciones sin fines de lucro, Estado e incluso empresas -entre otros- intentan dar soluciones a partir del Desarrollo Regenerativo. Un enfoque que persigue mitigar los efectos del cambio climático, a través de la restauración, revitalización y mejoramiento de los sistemas naturales y socioeconómicos para recuperar la salud de nuestros ecosistemas. Salud que se puede regenerar, pero teniendo muy presente las redes de interacción que abarca la biodiversidad desde el nivel subcelular a la totalidad de la biósfera y que esto conlleva a la necesidad de descifrar y entender los factores que dan cuenta de la estructura y dinámica de este sistema integrado complejo de redes ecológicas.
El desarrollo regenerativo se presenta como una estrategia práctica, en la que todos y todas estamos llamados a participar, pues tiene el potencial de desempeñar un papel crucial en la lucha contra el cambio climático al abordar tanto las causas como los efectos de éste. Esta filosofía se basa en la idea de que podemos restaurar y revitalizar nuestro entorno natural, al mismo tiempo que mejoramos nuestras comunidades. A diferencia del desarrollo sostenible, que busca mitigar o conservar, el desarrollo regenerativo aspira a mejorar y regenerar lo que se ha perdido.
Para comprender mejor el poder del desarrollo regenerativo, es esencial analizar números y ejemplos relevantes. Uno de ellos es la “Restauración de Ecosistemas”. La reforestación masiva, idealmente con plantaciones de nativos, puede absorber grandes cantidades de dióxido de carbono, ayudando a reducir la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera. Un estudio publicado por la ONU en 2021 demostró que la restauración de 350 millones de hectáreas de tierra degradada podría absorber hasta 1,7 gigatoneladas de CO2 al año, el equivalente a eliminar 365 millones de automóviles de las carreteras.
Por otro lado, la “Agricultura Regenerativa” toma más fuerza como modelo para adoptar prácticas agrícolas regenerativas, como la agroforestería y la rotación de cultivos. Esto no solo mejora la fertilidad del suelo y aumenta la biodiversidad, sino que también reduce la liberación de gases de efecto invernadero, incorporando también diversidad de semillas y alimentos nativos de cada ecorregión. Según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), estas prácticas podrían reducir las emisiones de CO2 en hasta un 14% para 2050.
Y no olvidemos la transformación hacia las “Energías Limpias”. La adopción generalizada de fuentes de energía renovable y tecnologías limpias es un pilar clave del desarrollo regenerativo. Ejemplos como Costa Rica, que generó el 99,92% de su electricidad a partir de fuentes renovables en 2021, demuestran que la transición a la energía limpia es alcanzable y beneficioso tanto para el clima como para la economía.
El cambio climático no puede ignorarse, pero tampoco debemos sentirnos impotentes frente a sus efectos. El desarrollo regenerativo ofrece un camino esperanzador para enfrentar las altas temperaturas y la pérdida de calidad de vida, pero estos cambios se darán sólo si somos capaces de trabajar comunitaria y colaborativamente los graves problemas a lo largo de los diferentes territorios y ecosistemas.
Desde Fundación Lepe, en los último seis años, hemos trabajado junto a diversas organizaciones a lo largo de Chile, que junto a diferentes actores de los territorios han ido en búsqueda de soluciones regenerativas, avanzando, por ejemplo, en recuperar el acceso al agua, identificando y recuperando las redes ecológicas presentes, involucrando nuevas formas de co-habitar, acercándose a conocer y buscar soluciones conjuntas a corto, mediano y largo plazo, en fin… tomando conciencia de que estos desafíos no los podemos enfrentar solos y que la co-construcción de una gobernanza sostenible en el tiempo puede asegurar el bienestar de las actuales y futuras generaciones.
El reloj está corriendo, pero la acción regenerativa puede marcar la diferencia que el mundo necesita desesperadamente.