- Por Verónica Morales Ibáñez, directora ejecutiva de Fundación Lepe.
Desde el 2009, el Centro de Resiliencia de Estocolmo ha venido activando y compartiendo información a nivel global sobre la evolución de los límites planetarios a través de un marco conceptual ecosistémico, social e individual. Desde aquel año, contamos con evidencia que nos demuestra que ya en ese momento habíamos sobrepasado tres límites, cuatro al 2015, cinco al 2022, y al 2023 seis de los nueve límites que aseguran la estabilidad de la Tierra. Pero ahí no termina el problema. El último límite que se suma, es el límite del ciclo del agua.
Este marco de límites planetarios ha atraído considerable atención científica y social, que se debe traducir en estrategias y políticas de gobernanza en todos los niveles y que responda a dar respuestas y soluciones a preguntas tales como: ¿Por qué continúa la necesidad de seguir erosionando suelos bajo un manejo que no resulta sustentable en el tiempo y deja en riesgo sistemas de alimentación y calidad de ésta? ¿Por qué continuar gestionando una mayor escasez hídrica, si de agua vivimos?
Estos desafíos que se presentan nos exige la toma de conciencia en cuanto especie. El cuidado de la salud ecológica del planeta nos regala la oportunidad de ser las generaciones capaces de regenerar la vida. Eso implica manejar de forma eco-eficiente la diversidad de elementos naturales para mejorar el bienestar de una sociedad, mientras se produce un incremento en la capacidad de los ecosistemas para soportar el desarrollo futuro. Es así como la regeneración se enfoca en maximizar el impacto restaurador del ser humano en la naturaleza.
El llamado es claro, urge cambiar la mirada hacia un sistema integrado complejo, donde seamos capaces de analizar diversas variables por separado y juntas a la vez, comprender que estamos interconectados e interdependientes.
Necesitamos de paisajes funcionales, donde producimos y conservamos, maximizando la biodiversidad y la función ecosistémica para garantizar la provisión de los servicios básicos para sostener la vida en la Tierra.
Necesitamos regenerar el fortalecimiento social a través de la organización comunitaria. El empoderamiento permite a las comunidades locales reconocer y revertir sus patrones de comportamiento negativos y potenciar los positivos, co-creando soluciones para la regeneración de su biorregión.
Necesitamos nuevos paradigmas para el desarrollo económico, enfocado en una economía regenerativa que integre a todas las personas y genere beneficios económicos, sociales y ambientales. Se debe fomentar el desarrollo local, integrando producción y consumo local, cadenas de valor y oportunidades para todas las personas.
Necesitamos una regeneración cultural, donde el conocimiento, los valores y las tradiciones locales se comparten con la familia, los amigos y la comunidad en general, dando sentido a estos términos. Se recupera la autoestima y el orgullo de la comunidad, permitiendo acción colectiva y el verdadero logro de una relación armoniosa con todos.
Necesitamos repensar y rediseñar las estructuras políticas actuales para que reflejen una democracia plena, participativa e inclusiva, fomentando la visión a largo plazo y las acciones que buscan un mayor sustento y un futuro de abundancia.
Necesitamos fomentar la espiritualidad a través de la ética, la transparencia y una conciencia plena. Necesitamos entender que somos Naturaleza, viviendo en una hermosa diversidad y abundancia. Esta espiritualidad debe estar basada en el bienestar global para que la humanidad viva en paz consigo misma y con el planeta. Los principios de la “Carta de la Tierra” brindan un sólido fundamento. La espiritualidad no debe confundirse con la creencia religiosa. Necesitamos una transformación profunda de la humanidad, que comienza por una transformación interior de cada uno de nosotros.
Como seres interconectados e interdependientes, necesitamos priorizar la VIDA en el centro de nuestro pensar y actuar.