Una serie de productos de Sinthesi Blue, constituidos mayormente de plástico revalorizado de los océanos patagónicos a partir del nylon de las redes de pesca, se venderán con los empaques sustentables de Bioelements, uniendo sus esfuerzos ambientales en búsqueda de un mercado más responsable y sostenible en Chile.
Una alianza quiere marcar un hito en el mercado de los interruptores y enchufes. Sinteshi Blue, conocida por sus artículos elaborados con más de un 70% con plástico reciclado del mar patagónico proveniente del nylon de redes de pesca, ofrecerá sus productos en los envases biodegradables de Bioelements, firmando un compromiso a favor del aprovechamiento integral de los recursos y de un medioambiente más limpio para Chile.
Con más de seis décadas de experiencia en la industria de los artefactos eléctricos, Sinthesi lanzó este año su formato «Blue», cuya composición material se basa principalmente en nylon reciclado, proveniente de redes de pesca desechadas en los océanos de la Patagonia, recuperando más de 2 mil toneladas al año y aportando al combate de la contaminación en el ecosistema marino.
Según cifras de la Agencia de Investigación Científica Gubernamental Australiana (CSIRO), aproximadamente 14 millones de toneladas de microplásticos alteran el fondo acuático, afectando a un 86% de las tortugas, al 44% de las aves y al 43% de los mamíferos marinos del mundo.
Esta unión con Bioelements pone su sello en promover la educación ambiental y la sostenibilidad empresarial a nivel nacional, con soluciones que enfatizan su propósito ecológico. Es así como todos los artículos de la línea «Blue» se comercializarán con su packaging biodegradable, que se descompone en un plazo de 20 meses, haciendo una diferencia significativa en comparación con el tiempo que requieren los polímeros convencionales para hacerlo, que puede oscilar entre 100 y 1.000 años.
Este logro es posible gracias a la resina BioE-8, desarrollada por esta startup especializada en biotecnología y economía circular, cuya innovación destaca en la industria de los embalajes al acelerar su descomposición y convertirse, debido a su origen natural, en una fuente de energía para los microorganismos y hongos. Este enfoque contribuye significativamente a la reducción de la huella de carbono, fomentando un entorno más sostenible.
Al respecto, Ignacio Parada, CEO de Bioelements, comentó que estos bioempaques tienen las mismas propiedades mecánicas y de funcionalidad que los derivados del petróleo, pero se diferencian por la procedencia renovable de su materia prima. En ese sentido, aunar fuerzas con Sinthesi Blue potencia la búsqueda de soluciones con menor impacto y una correcta gestión una vez residuo.
Los envoltorios de Bioelements cuentan con acreditaciones y ensayos que avalan sus capacidades degradadoras en Chile, Perú, Colombia, Brasil, México y Estados Unidos, las que garantizan su rendimiento en vertederos, zonas naturales e incluso en lugares acuosos.
«Esta elección biodegradable es un componente esencial de nuestra visión de sostenibilidad como Bioelements. Entendemos que las industrias deben evolucionar hacia soluciones más amigables con el medio ambiente, y estas alternativas pueden ser una gran elección. No solo desaparecen significativamente más rápido que el plástico convencional, sino que también ofrecen una oportunidad valiosa para reducir nuestra huella y promover prácticas responsables en la cadena de suministro”, mencionó Parada.
Por Magdalena Balcells, gerenta general de la Asociación Gremial de Industriales del Plástico (Asipla).
En el amplio universo de términos que contempla la jerga de economía circular, desde hace un tiempo hemos comenzado a escuchar que se habla de los “plásticos problemáticos”. ¿Qué se entiende por este concepto? En simple, se trata de aquellos plásticos usados de manera excesiva o innecesaria, que, además, tienen una corta vida útil y difícil reciclabilidad o reusabilidad.
Cuando nuestro objetivo como ASIPLA -y creemos que el de todos quienes nos leen- es avanzar en políticas públicas e iniciativas que vayan pavimentando el camino hacia la sustentabilidad de los materiales, su consumo responsable y la correcta gestión de los residuos, tiene sentido pensar en la elaboración de una lista de “plásticos innecesarios o problemáticos”, porque la realidad es que todavía se encuentran más casos de los que quisiéramos de sobreembalaje, uso de resinas y mezclas de materiales difíciles de reciclar, aun cuando existen buenas alternativas de reemplazo y opciones monomaterial.
Así, hemos visto imágenes irrisorias de mandarinas peladas envueltas en film plástico en los supermercados o paquetes de pañuelos embalados excesivamente en distintas capas de materiales, lo que tampoco tiene sentido y requiere, sin duda, ser repensado con lógicas de ecodiseño.
No pasa lo mismo cuando el producto en sí mismo no tiene barreras que lo protejan y, necesariamente, se le debe asegurar su conservación. Si a eso le sumamos que el plástico que lo contiene es reciclable, y tiene un flujo de gestión de sus residuos consolidado, entonces nadie piensa que sea un material problemático.
La necesidad de usar plásticos en el sector de envases y embalajes es una realidad ampliamente aceptada, ya que no existe una alternativa que ofrezca los mismos atributos de durabilidad, resistencia, costo-eficiencia, conservación y protección de productos como alimentos, medicamentos, artículos de aseo, etc.
Por lo mismo, es muy importante que, al hacer la discriminación entre un “plástico problemático y uno “necesario”, primen los criterios técnicos y la capacidad de proyectar a futuro la innovación tecnológica de la industria, ya que nos encontramos frente a un escenario dinámico, que ofrece cada vez más y mejores opciones para avanzar hacia la economía circular. Dicho esto, es muy probable que lo que hoy se considera problemático o innecesario, en pocos meses se convierta en un plástico igual de valorizable que el codiciado PET.
Eso es lo que esperamos que ocurra con el Poliestireno de Alto Impacto (PAI) que se utiliza para envasar yogurt, que en la actualidad está ad-portas de entrar en la “lista negra” de los plásticos, pero técnicamente hablando, es un gran candidato para la circularidad perfecta.
Tras 4 años de trabajo colaborativo liderado por ASIPLA, en el que participaron las principales empresas lácteas del país -Soprole, Watt’s, Nestlé y Colún-, la empresa transformadora de envases plásticos Coexpan, la empresa de reciclaje REPS (ex Cono Sur), y el Centro de Innovación de Envases y Embalajes Laben Chile, de la USACH, entre otros actores de la cadena de valor, los envases de yogurt podrán incorporar un porcentaje considerable de material reciclado posindustrial en láminas de estructura A-B-A, donde A corresponde a resina virgen y B a resina reciclada.
Luego de realizar pruebas técnicas en Chile y España, en las que se expuso el material a distintos contaminantes químicos, llegaron a resultados que cumplen con los requerimientos de inocuidad y performance mecánica para estos envases en contacto con alimento, en línea con las exigencias de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA).
Esta primera etapa de pruebas técnicas realizadas a nivel local sienta las bases de la economía circular del PAI, reafirmando que este material puede tener nuevas vidas, gracias a su potencial de reciclaje y la posibilidad de reincorporarlo en un proceso de circularidad perfecta.
Asimismo, nos invita a replantearnos el concepto de “plástico problemático”, preguntándonos ¿es la materialidad la que genera el problema o lo son algunas aplicaciones en particular? Nosotros creemos que el plástico en sí mismo no es lo problemático, sino su mala utilización y consumo irresponsable.
La empresa de juguetes señaló que sus esfuerzos por reducir las emisiones de carbono no han tenido buenos resultados al usar plástico reciclado o PET. Estudiarán el uso del e-metanol, conocido como metanol verde, según constatan medios europeos.
Según el medio Euronews, el fabricante de juguetes Lego ha abandonado sus planes de fabricar ladrillos de plástico reciclado tras constatar que estos materiales provocan mayores emisiones de carbono. La empresa danesa comunicó el lunes, en una entrevista que el CEO de la compañía, Niels Christiansen, concedió al medio británico Financial Times, que «ha decidido no seguir adelante» con la fabricación de sus característicos ladrillos de colores a partir de botellas de plástico reciclado de tereftalato de polietileno, conocido como PET.
Tras más de dos años de pruebas, «descubrió que el material no reducía las emisiones de carbono». Aún así, señala Euronews, el mayor fabricante de juguetes del mundo afirmó que sigue comprometido con su búsqueda de materiales sostenibles para sus ladrillos Lego, fijando como fecha límite el año 2032.
De acuerdo al medio ABC, Lego comenzó a cambiar el polietileno como materia prima en 2018 por otros materiales de origen vegetal, como restos de plantas, árboles y a partir del biopolietileno obtenido de la caña de azúcar, un reto al que dedicaron seis años de investigación. Sin embargo, la cantidad de emisiones y la dificultad para crear ladrillos duraderos y fáciles de montar y desmontar ha supuesto un punto de inflexión para la compañía.
Euronews agrega que hace dos años, la compañía empezó a investigar una posible transición a botellas de plástico reciclado del tipo PET, cuya calidad no se degrada al reciclarse. La compañía declaró que había invertido «más de 1.200 millones de dólares en iniciativas de sostenibilidad» como parte de sus esfuerzos por realizar la transición a materiales más sostenibles y reducir sus emisiones de carbono en un 37% para 2032.
La empresa afirmó que «actualmente está probando y desarrollando ladrillos Lego fabricados con una serie de materiales sostenibles alternativos, incluidos plásticos reciclados y otros fabricados a partir de fuentes alternativas como el e-metanol».
El e-metanol, conocido como metanol verde, es producido a partir de fuentes con bajas emisiones contaminantes, incluso llegando a cero emisiones de gases de efecto invernadero. Se fabrica, por ejemplo, a partir de la gasificación de biomasa o de electricidad renovable, como sería el caso de mezclar hidrógeno verde (producido por electrólisis con energías renovables) y dióxido de carbono (CO2) capturado o extraído de la atmósfera.
Se estima que este combustible puede ser una alternativa sostenible para la industria del plástico o el transporte marítimo. La naviera Maersk está realizando esfuerzos serios para producir su propio combustible verde, contribuyendo a la descarbonización del sector marítimo.