Por Federico Antico, PhD en ingeniería civil, académico de la Facultad de Ingeniería y Ciencias de la Universidad Adolfo Ibáñez.
Antes que nada, quiero decir que no soy psicólogo, y muy lejos estoy de ello. Quiero compartir con ustedes una reflexión que desarrollo al inicio del curso “Diseño y Construcción Sostenible” en la Facultad de Ingeniería y Ciencias de la UAI: ¿por qué, a pesar de la preocupación por el cambio climático y el medio ambiente, la mayoría de las personas no toman las medidas necesarias para mitigar los problemas?.
Robert Gifford, psicólogo ambiental canadiense, propone un interesante catálogo de barreras de innacción en su publicación titulada “The Dragons of Inaction, Psychological Barriers That Limit Climate Change Mitigation and Adaptation”. Entendiendo que sobre todo las clases sociales de menores ingresos, son aquellas con una limitación real para accionar contra el cambio climático, para el resto de las personas la adopción de comportamientos más proambientales son posibles, pero no ocurren en la medida necesaria.
Aquí está un resumen de los obstáculos psicológicos descritos por Gifford, pero antes conserve en su cabeza la siguiente pregunta ¿cuáles son los dragones de inacción contra el cambio climático con los cuales usted se identifica?:
- Limitaciones cognitivas: pueden actuar como barreras para la mitigación y adaptación al cambio climático. Entre estas limitaciones se encuentran la ignorancia sobre la existencia del problema y cómo abordarlo, la falta de atención al cambio climático debido a su lejanía de las preocupaciones inmediatas, la incertidumbre sobre la magnitud del cambio climático y la subestimación de los riesgos futuros.
- Ideológicas: estos obstáculos chocan con la acción proambiental y pueden ser determinantes para el cambio de comportamiento. Algunas creencias, como la confianza en poderes suprahumanos, la fe excesiva en la tecnología para resolver todo tipo de problemas, pueden llevar a la inacción en la lucha contra el cambio climático.
- Comparación con otra gente: Tendemos a comparar nuestra situación con la de los demás en varias formas. La comparación social es común y lleva a la derivación de normas subjetivas sobre la “conducta adecuada”. Las normas sociales en nuestro entorno pueden influir positiva o negativamente en nuestros comportamientos proambientales. La percepción de inequidad a menudo se utiliza como una justificación para la inacción, con algunas personas preguntándose por qué deberían cambiar si otros no lo hacen.
- Desconfianza: respecto de las opiniones y propuestas de otros relacionadas con el cambio climático. La desconfianza puede surgir por la falta de confianza en científicos y funcionarios gubernamentales, y también puede ser fomentada por intereses vinculados a la industria de los combustibles fósiles. La desconfianza puede obstaculizar la adopción de comportamientos positivos relacionados con el cambio climático.
- Comportamiento limitado: Aunque algunos son más activos, la mayoría podría hacer más, pero a menudo optan por acciones de bajo costo y de poco impacto real en las emisiones. Además, se presenta el efecto rebote, en el cual los esfuerzos iniciales de mitigación pueden ser anulados por acciones posteriores. Por ejemplo, aquellos que compran vehículos eficientes pueden terminar conduciendo más y contrarrestar los beneficios.
La eliminación de las barreras psicológicas frente al cambio exige acciones colectivas por parte de la sociedad. Escuchemos a la ciencia y discutamos con evidencia. Pidamos a los gobiernos, a la industria y a los tomadores de decisiones trabajar en conjunto contra el cambio climático. Pero no olvidar que el cambio empieza desde uno mismo, venciendo a los dragones de inacción que llevamos adentro.
