Por Ricardo Bosshard, director de WWF Chile.
Al igual como ocurre en una familia, la humanidad en su conjunto dispone de un presupuesto para cubrir sus necesidades en relación a lo que la naturaleza puede proveer durante un periodo determinado. Siendo más específicos, esto no solo tiene que ver con lo que los seres humanos tomamos o utilizamos de la Tierra, sino que también con la marca que este consumo va provocando, es decir, con los desechos y la contaminación que deja.
Con esto en la mira es que se ha desarrollado el concepto del Día del Sobregiro, en inglés Overshoot Day, tanto para el planeta en general como también para cada país en forma individual. Cada año, la Red Global de la Huella Ecológica (GFN por sus siglas en inglés) calcula este crítico momento: el día en que se estima que la demanda de la humanidad por recursos y servicios naturales ha sobrepasado lo que el planeta es capaz de regenerar en el periodo de un año. Dicho más simple, nos muestra que hemos usado más del presupuesto disponible y que obligadamente comenzamos a vivir a crédito con la naturaleza, lo cual se determina por el promedio entre la huella ecológica y la biocapacidad, que son medidas en hectáreas globales por persona (hgp).
El Día del Sobregiro Ecológico de la Tierra nos deja varias malas noticias: al menos desde 1970 (el 29 ó 30 de diciembre según las actualizaciones de GFN) que los seres humanos no hemos logrado vivir dentro del “presupuesto”, considerando que la data disponible más antigua proviene de 1961. Otro titular triste es que este año ni siquiera pudimos llegar a agosto -al igual que en 2021, pero un día antes-, ya que el sobregiro global se produjo el 28 de julio.
Un tercer dato crítico es que por segundo año consecutivo Chile fue el primer país latinoamericano en entrar en sobregiro, nada menos que un tempranísimo 15 de mayo. Este cálculo nacional representa la fecha del Día del Sobregiro de la Tierra si toda la humanidad consumiera como los habitantes de Chile.
En una mirada planetaria, como humanidad nos acercamos a demandar casi dos Tierras -se habla de 1.75 planetas- para poder mantener nuestra forma de vida.
Ante esto, organizaciones ambientales como WWF enfatizan la necesidad de entender que existen límites naturales que no debemos sobrepasar, aunque la estrategia imperante de un crecimiento infinito parece no estar enterada.
También es importante, sobre todo en el caso de Chile -campeón en el poco grato podio del sobregiro ecológico en la región-, no acostumbrarse o normalizar esta delicada situación. Si bien puede ser algo no tan palpable en lo cotidiano, lo cierto es que el sobregiro ya lo está pagando la naturaleza, con la degradación de sus ecosistemas; así como las especies que siguen desapareciendo en forma acelerada. Las comunidades y personas también somos afectados, quizás no de forma tan inmediata, pero estamos viendo reducida nuestra seguridad alimentaria y energética, con menor disponibilidad de recursos hídricos y mayor riesgo de catástrofes climáticas y sanitarias. Lo peor es que todo indica que estos costos irán aumentando y serán las próximas generaciones quienes heredarán las consecuencias más catastróficas.
Lo más complejo de todo es que el sobregiro es solo un dato más: según el Informe Planeta Vivo 2020 de WWF -que en octubre lanzará su nueva edición- entre 1970 y 2016 las poblaciones de vertebrados han disminuido una media del 68% a nivel mundial. Asimismo, nos estamos acercando peligrosamente al límite de 1.5°C de aumento de temperatura, umbral que tendría un 50% de posibilidades de ser superado al 2026, según la Organización Meteorológica Mundial.
Aún hay tiempo para abordar la crisis climática y de biodiversidad, pero es una ventana que se está cerrando en forma acelerada. La hora de la acción urgente ya avanza en cuenta regresiva.